Senegal es el país de los niños mendigos. Una mezcla de pobreza, tradición y explotación impide que el Gobierno senegalés acabe con la mendicidad infantil en la que se encuentran atrapados unos 50.000 menores.
En Senegal hay unos 50.000 niños mendigos. Proceden de pueblos del interior o de países vecinos como Gambia y Guinea Bissau, enviados por sus padres a la ciudad para estudiar en escuelas coránicas donde les obligan a pedir dinero por las calles. Lo que un día fue un sistema de aprendizaje del Corán se ha convertido hoy en otra cosa. Aunque en no todas las escuelas coránicas se fomenta la mendicidad, la realidad es difícil de esconder: los niños mendigos son la columna vertebral de ese ejército de pequeños mendicantes que recorre a diario las ciudades senegalesas y el dinero que recaudan sostiene a sus marabúes que se aprovechan de la pobreza y el analfabetismo de las familias rurales que los dejan en sus manos.
Apenas despunta el alba, miles de niños sucios y vestidos con harapos se echan a las calles con sus botes de plástico o sus latas vacías de tomate frito. Si no cumplen con su cuota diaria, o si no se aprenden la lección, se exponen a castigos corporales y malos tratos. Cada día, decenas intentan escapar de sus maltratadores, que en ocasiones los encierran o encadenan con grilletes para impedirlo.
Desde 2005 existe una ley que prohíbe la mendicidad infantil en Senegal, pero ni se cumple ni se aplica. La falta de regulación de las daaras, que surgen por doquier y sin ningún tipo de control, y la conversión de este sistema tradicional de enseñanza en un lucrativo negocio no ayuda a mejorar las cosas. El Gobierno senegalés ha anunciado en varias ocasiones la adopción de medidas contundentes para acabar con la mendicidad y con las escuelas que no cumplan con los mínimos requisitos. Sin embargo, poco se ha hecho. Ante las presiones de organismos internacionales y ONGs senegalesas, el pasado 30 de junio, el presidente Macky Sall ordenaba la retirada de todos los niños de las calles de Dakar, medida más de cara a la galería que efectiva mientras no se regulen las daaras y se persiga a quienes obligan a los niños a practicar la mendicidad.
El problema de fondo es que el Gobierno no tiene el coraje político de enfrentarse al poder religioso, que sigue ejerciendo una enorme influencia en este país. La buena noticia, sin embargo, es que la sociedad senegalesa está reaccionando.
Luego está el problema de la falta de higiene. Miles de estos pequeños viven en condiciones insalubres, sin un techo donde cobijarse o en cabañas improvisadas, padecen de sarna y otras enfermedades y no tienen acceso a agua potable.
Y por si fuera poco, ¡llega la COVID-19! Su constante deambular por las calles les convierten no solo en uno de los colectivos más vulnerables y amenazado frente al virus, sino en potenciales transmisores del mismo.
KELLESENSA está especialmente sensibilizada con la situación que viven estos niños. El confinamiento parcial, las prohibiciones y el toque de queda han complicado el sustento de estos niños ya que sin gente en las calles, no hay limosna. Hemos puesto en marcha diferentes dispositivos de urgencia para garantizarles el abastecimiento de suministros básicos (ropa, calzado, comida y productos de higiene personal).